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Covid-19; la catástrofe.

Actualmente estamos viviendo una situación que nos resulta novedosa a causa de la pandemia de Covid-19. Sin quererlo, este virus está condicionando nuestras vidas. Es inevitable no prestarle atención y pararnos a analizar la situación.


Esta situación puede verse como una catástrofe.


¿Qué entendemos por catástrofe?


Una catástrofe es una alteración intensa en las personas, los bienes, los servicios y el medio ambiente, causada por un proceso natural o generado por el hombre que excede la capacidad de respuestas de la comunidad afectada. En este caso, hemos podido ver cómo esta pandemia ha colapsado al sistema sanitario y la escasez de medios para hacerle frente, por lo que podríamos decir que excede a nuestra capacidad de respuesta.

Benyakar (2003), la catástrofe se refiere a la acción desestructurante del evento en cualquier orden: individual, colectivo y material.


¿Una catástrofe tiene consecuencias?


La respuesta a esta pregunta parece obvia. Sí. Toda catástrofe tiene una serie de consecuencias negativas, que pueden manifestarse en el plano material y en el plano psicológico, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. En este apartado hay que tener en cuenta que cada sujeto reacciona de una manera diferente. Los efectos en la psique de cada uno son individuales, dependen de factores propios de cada sujeto tales como la edad o la estructura psíquica. Jasnoff- Bulman (1992), afirmaba que los sucesos traumáticos, como puede ser en algunos casos la vivencia de esta pandemia, tienen un impacto determinante en los sentimientos y en los sistemas de creencias de las personas. Puede darse también la sensación de perdida en diversas áreas; en la creencia de uno mismo, en la creencia sobre el mundo, en la confianza hacia los demás y en la propia identidad.


Pero ¿qué sucede a nivel colectivo?


Al igual que cada individuo tiene factores individuales, sucede lo mismo con cada colectivo. No obstante, podemos dar unas pinceladas de lo que ocurre a nivel colectivo basándonos en lo aportado por Freud (1930), en El malestar de la cultura. Empezaríamos partiendo de la idea de que la cultura tiene dos funciones; proteger al hombre contra la naturaleza y regular las relaciones de los hombres, lo que lleva en ocasiones a reprimir los instintos. ¿Estaría esto relacionado con cierta sumisión en la población?

Erickson definió el trauma colectivo como un golpe al tejido social que daña los lazos que unen a la gente y perturba el prevalente sentido de comunidad. Es decir, un ataque al núcleo de nuestra cultura. ¿No hay ahora un gran sentimiento de soledad?

Por lo tanto, la consecuencia a nivel colectivo puede ser que se vea afectado el tejido social. Sin embargo, cuando una cultura funciona adecuadamente, se pueden amortiguar los efectos del impacto, pensando sobre dicha crisis y sobre el trauma antes de que aparezca. ¿Está sucediendo esto en nuestra cultura?


¿Qué tipos de pérdidas se pueden dar socialmente?


Kalayjan (1995), planteaba la siguiente clasificación; pérdidas directas, pérdidas indirectas y pérdidas no detectadas. En este caso podemos ver que se están dando pérdidas en los tres planos.

1- Pérdidas Directas: Constituyen el producto físico dañado, en este caso daños y pérdidas humanas.

2- Pérdidas Indirectas. Consisten en los efectos sociales y económicos, por ejemplo, el aumento de la pobreza.

3- Pérdidas no detectadas: Estas no son identificadas al momento. Son pérdidas que resulta más difícil medir, por ejemplo, percibir la fragilidad de lo que antes dábamos por hecho.


¿Cómo puede influir a nivel colectivo los diversos "fracasos" en la lucha contra el Covid-19?


Cuando una sociedad fracasa en mitigar los efectos, ya sea por errores cometidos o por la gravedad y fuerza "del contrincante", se produce un sentimiento de desamparo. Este sentimiento se vive muy similar al que experimenta un bebe que necesita los cuidados de un adulto para sobrevivir. ¿Esto puede afectar a la imagen que la sociedad tiene de sus dirigentes? La confianza que en un primer lugar se otorga, cuando hay sentimiento de desamparo se sustituye por paranoia y por incomprensión y la identidad positiva se transforma en confusión o identidad negativa.

¿Quiénes son víctimas de esta catástrofe?

Hay diversos tipos de víctimas. Si recogemos la clasificación desarrollada por Taylor (1981) y Frazer (1987), podríamos decir lo siguiente;

1- Víctimas de primer grado: Las que sufren el impacto directo. Sufren directamente la pérdida o daño.

2- Víctimas secundarias: Familiares o amigos de los anteriores.

3- Víctimas de tercer grado: Integrantes de los equipos de primera respuesta.

4- Víctima de cuarto grado: La comunidad que se ve afectada en su conjunto.

5- Víctima de quinto grado: Las personas que se enteran de los sucesos por los medios de comunicación.

6- Víctimas de sexto grado: Los que no se encontraban en el lugar por diversos motivos, pero podrían haber estado. En este grupo, son frecuentes los sentimientos de culpa.


Por lo tanto, en este caso, todos seríamos víctimas.


¿Sería diferente el impacto que tendría en nuestra sociedad si estuviera la intencionalidad humana como factor desencadenante?


En este caso, dejando a un lado las especulaciones, estaríamos ante una catástrofe natural. No obstante, la respuesta es sí.

Tanto si la influencia del hombre fuera directa o indirecta este factor sería esencial en la comprensión de la causa del suceso y especialmente en las secuelas de las víctimas. Una intencionalidad, una acción humana como causa directa produciría unas secuelas más negativas y perdurables en las víctimas . Aceptar la situación resultaría más difícil, ya que las víctimas podrían aferrarse a los intentos irracionales de justificar el suceso, en la sinrazón de los actores o en el intento de hacer lógico algo que para ellos únicamente puede ser ilógico.



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